¿Eres chocohólica?

Existe una diferencia entre el deseo por el chocolate y la necesidad de comerlo a diario, si tu caso es el segundo: ojo.

Numerosas investigaciones en los últimos años hablan de los beneficios de este tesoro de la gastronomía. Estas revelan su poder antioxidante (siempre y cuando su proporción de cacao sea superior a un 65%), su prevención contra accidentes cardiovasculares, etc.

Todas estas bondades se extraen siempre y cuando se cumpla una premisa: la moderación.

De hecho, un estudio de la Universidad de Tel Aviv ha demostrado que tomar dulces, incluido chocolate, como parte de un desayuno equilibrado de 600 calorías en el que también se incorporen proteínas y carbohidratos, puede ayudar a perder peso.

Si tenemos que ser «indulgentes» con el chocolate que sea por la mañana, así saciaremos la necesidad imperante de ingerirlo a deshoras o en cantidades extremas durante el resto del día.

NO PUEDO VIVIR SIN ÉL

El problema viene cuando tenemos una dependencia física, cuando se nos termina y somos capaces de salir a las 03:00 horas a la gasolinera a por una tableta.

En contra de lo que mucha gente cree, el chocolate no es una droga, pero activa ciertas zona del cerebro que también se despiertan con los opioides (como la morfina).

EL PLACER MÁS CULPABLE

La sensación de bienestar es casi instantánea, si metemos en nuestro cuerpo un cóctel de azúcar y grasas saturadas, generará más serotonina: lo que se traduce en felicidad instantánea.

Pero tu cuerpo quiere decirte algo… La necesidad imperante de consumir cantidades medias o grandes de chocolate diario sumado a la sensación de ansiedad o tristeza que te genera si no puedes ingerirlo se relaciona con un desorden afectivo emocional.

¿La solución? descubrir el vacío que te está generando esa tristeza y llenarlo con sensaciones que te llenen mentalmente. Es mejor que no busques sustitutos en la comida, sólo cambiarás de vicio.

PREVIENE ANTES DE CURAR

Como todo vicio, el ‘chocoholico’ tiene que estar predispuesto a acabar con la adicción. Es básico adelantarse a los estímulos que hacen querer comer chocolate (olerlo, verlo, imaginarlo…).

No es un cambio de la noche a la mañana, ¿la clave? reducir esta intensa emoción que se activa al necesitar comer chocolate a través de la inteligencia emocional; hacer una pausa para no actuar por el primer impulso y pasar a responder de forma libre.

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