Lo que ellas nos contaban en materia beauty iba prácticamente a misa. Hicimos bien en creerlas porque estos trucos de pelo, maquillaje y piel siguen funcionando como el primer día. En ese momento en el que eres debutante en cuestiones de belleza, lo que tu abuela te recomendaba iba prácticamente a misa. Y sí, el tiempo y los expertos han dado la razón a varias de sus recomendaciones. Esta lista es un ejemplo:
-Exfoliarse la piel en seco con guante de crin o con un cepillo de baño. Ellas lo hacían así por una cuestión de recursos –¿quién dijo exfoliantes?–, pero nosotras deberíamos hacerlo también por una cuestión de eficacia. A los datos nos remitimos: el dry brushing o cepillado en seco de la piel elimina células muertes y toxinas, estimula el drenaje linfático y mejora la circulación sanguínea.
-Pintarse las uñas en tonos nacarados. El gris perlado, el rosa nacarado y el coral metalizado han vuelto a nuestras vidas. Los colores de uñas que nuestras abuelas usaban sin parar –el rojo no solía ser su punto fuerte–, llevan varias temporadas protagonizando las tendencias en materia de uñas. Pero sí, ellas los llevaron primero.
-Divina Talquistina. Recomendaban para casi todos los problemas de piel (y con mucho fervor) esos polvitos rosas llamados Talquistina. Calmaban irritaciones y picores, curaban pequeñas heridas y rozaduras… De hecho, ahora son un clásico de farmacia reinventado en versión crema, loción, para tatuajes…
-Usar el pintalabios como colorete. Otro truco clásico al que últimamente los maquilladores dan la razón con insistencia. Su textura cremosa es fácil de aplicar y es lo más parecido a un colorete en crema. Además, si es un pintalabios rojo será el tono más favorecedor de colorete. El rojo hace creíble el efecto sonrojado porque es el color de nuestra sangre y eso es lo que se intuye a través de nuestra piel.
-Recuperar la laca de uñas con unas gotas de quitaesmalte. Este viejo truco para lacas de uñas en horas bajas que empiezan a perder fluidez cuenta con el beneplácito de los expertos. Vierte dos gotas de diluyente para esmalte en el frasco, mezcla bien y deja actuar 8 horas. ¡Tu esmalte quedará como nuevo!». Eso sí, procura no realizar esta operación más de 2 veces por frasco.
-Tomar aceite de oliva en ayunas. Los nutricionistas les han dado la razón: tomar una cucharada de aceite de oliva de extracción en frio puede reducir hasta un 30% el riesgo de sufrir patologías vasculares. También mejora la salud intestinal y la inflamación abdominal (sobre todo si se le añaden unas gotitas de zumo de limón).
-Rizarse el pelo con bigudíes de papel higiénico. Aunque los bigudíes de gomaespuma son un clásico, hay otro truco de abuela que funciona a la hora de ondular el pelo sin calor. Consiste en enrollar papel higiénico como si fuese un bigudí y usarlo para enrollar a su alrededor el pelo como si fuese un rulo.
-Pastillas de jabón en lugar de gel de baño. El truco de belleza más sostenible, el de usar una pastilla de jabón para limpiar la piel del cuerpo, lo inventaron nuestras abuelas. Teniendo en cuenta el auge de la cosmética sólida para reducir el consumo de envases de plástico –el champú en pastilla va a la cabeza– está claro que nuestras abuelas eran unas visionarias.
-Tomar manzanilla después de comer. Nuestra abuelas siempre han sido unas incondicionales de las infusiones de manzanilla: ya fuera para aliviar malestares cuando nos dolía la tripa o simplemente como hábito (lo de tomar una infusión después de comer también lo inventaron ellas). Los nutricionistas también les han dado la razón en esto. El hecho de tomar manzanilla cuando hay dolor de estómago, gases e inflamación, es una tradición cultural, pero hay estudios científicos que avalan sus beneficios.
-Aclararse el pelo con vinagre. Puede que sin saberlo nos estuvieran dando uno de los mejores trucos para tener un pelo brillante. Nuestras abuelas recomendaban con fervor aplicar vinagre antes del último aclarado para prevenir piojos, pero en el fondo estaban poniendo en práctica un buen truco –uno de los favoritos de las francesas– para potenciar el brillo de nuestra melena. Tres cucharadas soperas de vinagre diluidas en un cuenco de agua y repartidas por el pelo mojado después del champú es la receta.