El jabón negro; el secreto africano

Da igual que tengas la piel grasa o seca, mixta o con imperfecciones. El jabón negro funciona en todas ellas. Es más, este limpiador polivalente, capaz de exfoliar suavemente la piel y dejarla hidratada y con un tacto delicioso, es una potente arma contra las finas líneas de expresión, la erradicación de los puntos negros, las irritaciones y los eczemas.

Pero…¿cuál es la historia de este milagro de la belleza? Por mucho tiempo fue un secreto a voces entre las mujeres de las tribus de África Occidental, especialmente de Ghana y los países limítrofes. Se trata de un jabón artesanal, creado con ingredientes que se recogen y cosechan a mano, bien de plantas endémicas, así como hojas de palmas, vainas de cacao, corteza de platanero y un ingrediente fundamental: la corteza de árbol de karité. Algunos se tuestan y otros se dejan secar al sol antes de comenzar una alquimia que ha ido pasando de madres a hijas durante años.

Ya sabíamos de la importancia del karité a la hora de evitar una quemadura o una hinchazón. De hecho, nada como las cremas realizadas con la manteca que se extrae de este árbol africano (su nombre significa ‘árbol de mantequilla’ y pueden vivir hasta 300 años, siendo sus semillas, resinosas, de las que se extrae el aceite) para recuperarnos de una jornada de playa o incluso si nos quemamos con agua hirviendo.

Tener estos componentes tan asombrosos, hace del jabón negro todo un aliado poderoso para el bienestar de la piel. Además, al usarlo estamos impregnando la epidermis de una mezcla en la que aparecen fuentes naturales de hierro y vitaminas A y E. No es de extrañar, por tanto, que incluso sea un potente agente contra las manchas cutáneas e incluso que limite el olor corporal ácido. Quizás su secreto esté en detalles de su elaboración como que sustituyen las lejías tradicionales por cenizas de cáscara de cacao seco. Sea como fuera, funciona.

La textura del jabón es algo más espesa y pegajosa que la de los jabones artesanales naturales. Esto se debe a su alto contenido en grasa. El tradicional no posee ningún tipo de aroma y es de un color marrón oscuro, con trazas negras. Otra de las características distintivas del ‘anago’, que es como se conoce también a este tipo de jabón, es que no es un exfoliante agresivo. Esto le permite funcionar bien con pieles acnéicas o con problemas derivados de eccemas. Se nota en que, una vez utilizado, no deja rojeces de ningún tipo sobre la dermis, ni da sensación de hormigueo.

En formato de barra o pastilla es el mejor modo de tener la seguridad de que se trata del auténtico, o al menos de una receta fiel a la original. Algunas firmas cosméticas la han adaptado añadiendo otro tipo de ingredientes artificiales, así como aromas; o mezclándolo con otros elementos igualmente beneficiosos como el aceite de oliva virgen. De hecho, si tuviésemos la suerte de tener una pastilla auténtica hecha en África, tendríamos que fijarnos si, al usarlo, no se nos quedan entre las manos trazas de las cortezas utilizadas en su elaboración.

Los expertos solo alertan de su uso en el caso de una reacción sensible a la cafeína, presente en las vainas de cacao, o al látex, que se encuentra en el karité de forma natural. Salvo eso, puede ser usado por todo tipo de piel y a cualquier edad. Eso sí, ten presente que, como se realiza con ingredientes 100% naturales, al dejarlo al aire, reacciona creando una película fina. No pienses que se trata de una reacción química negativa, puedes seguir usándolo tal cual, incluso como champú. Y es que, usado sobre el cabello, lo suaviza y combate la caspa. ¿Hay algo que no haga el jabón negro?

 

 

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